Ayer cumplí 21 años, y pasé el día rodeada de personas que completan y llenan mi vida. No digo esto por cualquier cosa, sino porque pase gran parte del día recordando momentos de mi infancia. En esos recuerdos estaban un montón de canciones y de cuentos que he escuchado muchísimas veces, tantas, que ahora mismo sería capaz de reproducir muchos de ellos. Desde que era una niña mi madre me inculcó la lectura, pero no por obligación, sino por placer. Leer para poder transportarme a un mundo paralelo y así disfrutar de las historias que yo, como niña, me imaginaba y soñaba con que pasasen, y que, en realidad, no podrán ocurrir nunca. Cuando mi hermano y yo nos íbamos a la cama, mi madre se sentaba en medio del pasillo y nos leía un cuento para así dormir y descansar. Ella siempre nos ha dicho que sólo seremos capaces de descansar si nos dormimos pensamos en algo que nos haga felices, y por eso las lecturas que nos hacía eran mágicas, siempre llenas de ilusión e inquietudes. Esos recuerdos no los voy a olvidar nunca, era una especie de ritual, un cuento, y una poesía de Gloria fuertes, como el vaso de leche antes de dormir. La verdad, es que ahora lo pienso, y puedo decir, que no sé quien disfrutaba más, si ella, o nosotros. Era nuestro momento, ella disfrutaba estando con nosotros, entregándonos una de sus aficiones, y nosotros, disfrutábamos imaginando lo que ese día la historia nos contaba. Hoy, mi hermano tiene 23 años, yo 21, y esa magia e inocencia sigue, en gran parte, existiendo. Ahora, el legado lo hemos depositado en una criatura ingenua que tiene 9 años. Él, es mi hermano pequeño, y ahora él está disfrutando como nosotros disfrutábamos, no sólo de la lectura, sino de la protección y confianza que te transmitía el saber que mamá siempre estaría ahí, para ayudarte.
A lo que quiero llegar con esto es a transmitiros la FELICIDAD, plena y absoluta, que me ha aportado a mi la lectura, los recuerdos y sentimientos que ésta me ha dejado y la cantidad de sensaciones que pueden producirte un montón de letras juntas, porque eso es arte, es literatura, es crear una obra maestra mediante palabras. Es generar entretenimiento, diversión...
A día de hoy, ya mucho más crecidita, estoy completamente segura, que cuando sea maestra, y madre, intentaré transmitir lo que mi madre me ha transmitido a mi, ya sea a mis hijos, como a mis alumnos, ya que soy de las personas que creen que al final los alumnos se acaban convirtiendo en una especie de hijos, unos hijos que hemos de cuidar y motivar, unos hijos a los que queremos ver felices y disfrutando. Son personas que se convierten en una parte muy importante de tu vida, son personas que te acompañan todos los días, que te miran con admiración y dulzura, que te acaban queriendo, y nosotros, tenemos que devolverles lo mismo o más, y una forma bonita de empezar a darles parte de lo que ellos nos ofrecen es consiguiendo que disfruten leyendo, que sean capaces de desarrollar su imaginación mediante los libros, que logren transportarse a un mundo paralelo y mágico a través de las palabras. Esa es mi finalidad, es mi misión.
¡Qué suerte! Ni te imaginas la envidia que me has dado al imaginar a tu madre leyéndoos cuentos en el pasillo...
ResponderEliminarMe gusta la misión que te has puesto y me ha encantado tu entrada.
Te la anoto como voluntaria.
Y... ¡muchas felicidades!!!!