martes, 2 de octubre de 2012

Modelos de Infancia, por Anabel Sáiz Ripoll

Si debo ofrecer mi opinión acerca de lo que Sáiz Ripoll expresa en uno de los capítulos de su Tesis Doctoral, debo decir, que estoy absolutamente de acuerdo con su manera de ver la Literatura Infantil, y lo que ésta afecta a la sociedad.

Evidentemente, la Literatura Infantil se basa, y se ha basado desde su comienzo, en lo que la sociedad busca ver y en lo que gusta socialmente, ya que de no ser así, esos libros dejan de editarse. Es cierto, que cuando se inició esta escritura, el niño que quedaba plasmado en el libro era el que los padres querían leer, pues consideraban que así a sus hijos les entraría cargo de conciencia y se convertirían en los niños que se mostraban en los cuentos. De este modo, empezó a escribir Calleja, donde el niño era ejemplar, vivía para hacer disfrutar a los padres, para que estos se sintieran orgullosos de él y para complacerles. Evidentemente, los niños son niños y buscan jugar, relacionarse y hacer cosas acorde a su edad, por lo que esta lectura no les llegaba a transmitir nada, ni tampoco les conmovía porque no se sentían identificados con lo que estaban leyendo. No debemos olvidar que cuando realizamos una lectura buscamos sentirnos identificados con alguno de los personajes, para que así, nos hagan sentir mucho más las historias y aventuras que suceden en el cuento. Junto a estos libros, Calleja, creó otros exóticos que ya propician más disfrute a los niños, ya que estaban hecho y creados para ellos, y no para la aprobación de los padres.

Siguiendo el modelo de Calleja, antes de la guerra, se realizaron muchos más libros, por otros autores, donde el papel del niño era el mismo; una persona sumisa, sin voz ni voto, y que es bueno porque escucha constantemente que no hay color gris entre el blanco y negro, sino que los niños o son buenos o malos, y que, evidentemente, los malos tendrían su castigo.

Después de la preguerra, el rol que llevaban los niños en los cuentos comenzó a cambiar, ya aparecían niños traviesos, que querían jugar constantemente y que hacían travesuras. Eran libros divertidos, en los que también se mostraba la bondad que los niños han de tener, pero siempre mezclándolo con un poco de picardía.

Actualmente los niños se sienten absolutamente reflejados con los personajes que aparecen en los libros, puesto que estos son niños divertidos, niños que hacen cosas acorde a su edad sin suponerles eso ninguna tragedia. Este hecho genera un claro incremento en el disfrute que se produce al leer un libro,  ya que así pueden empatizar y empiezan a considerarse parte de esa historia contada.

Cuando realizamos una lectura, nos metemos tanto en el personaje que hasta, en ocasiones, nos creemos verdaderos protagonistas de la historia. Esto es lo más maravilloso del mundo que te puede pasar, ya que así, es cuando estás realmente disfrutando y sintiendo lo que se cuenta. Esto es lo que debemos lograr en nuestros alumnos, que disfruten de la lectura, y es lo que antes no se conseguía porque no se creaba lectura para niños, sino para padres, pues complacían a quien los compraba sin pensar que el niño es el que va a aprender leyendo.

Pienso que los libros deben crearse para que los niños puedan transportarse con la Literatura a un mundo mágico y paralelo donde vivan historias, donde disfruten y donde tengan todo aquello que la realidad no les permite tener. Creo que es imprescindible que ellos sean los primeros en quienes pensamos al crear un libro, y considero que es primordial que no se plasme un niño totalmente descontextualizado, ya que así no podrán sentirse identificados, ni tampoco empatizar con cualquiera de los integrantes del libro.

Para finalizar con esta reflexión acerca del debate creado por Sáiz Ripoll, expondré una cita que para mí, refleja perfectamente lo que es la educación, y lo que yo busco lograr con mis alumnos en un futuro, que espero, sea cercano.

“El maestro que intenta enseñar sin inspirar en el alumno el deseo de aprender está tratando de forjar un hierro frío.” Horace Greeley 

1 comentario:

  1. ¡Ojalá te leyeran muchos (malos) maestros! ¡Ojalá!... Muy inspirador. Te lo anoto.

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