Evidentemente, la Literatura
Infantil se basa, y se ha basado desde su comienzo, en lo que la sociedad busca
ver y en lo que gusta socialmente, ya que de no ser así, esos libros dejan de
editarse. Es cierto, que cuando se inició esta escritura, el niño que quedaba
plasmado en el libro era el que los padres querían leer, pues consideraban que
así a sus hijos les entraría cargo de conciencia y se convertirían en los niños
que se mostraban en los cuentos. De este modo, empezó a escribir Calleja, donde
el niño era ejemplar, vivía para hacer disfrutar a los padres, para que estos
se sintieran orgullosos de él y para complacerles. Evidentemente, los niños son
niños y buscan jugar, relacionarse y hacer cosas acorde a su edad, por lo que
esta lectura no les llegaba a transmitir nada, ni tampoco les conmovía porque
no se sentían identificados con lo que estaban leyendo. No debemos olvidar que
cuando realizamos una lectura buscamos sentirnos identificados con alguno de
los personajes, para que así, nos hagan sentir mucho más las historias y
aventuras que suceden en el cuento. Junto a estos libros, Calleja, creó otros
exóticos que ya propician más disfrute a los niños, ya que estaban hecho y
creados para ellos, y no para la aprobación de los padres.
Siguiendo el modelo de Calleja,
antes de la guerra, se realizaron muchos más libros, por otros autores, donde
el papel del niño era el mismo; una persona sumisa, sin voz ni voto, y que es
bueno porque escucha constantemente que no hay color gris entre el blanco y
negro, sino que los niños o son buenos o malos, y que, evidentemente, los malos
tendrían su castigo.
Después de la preguerra, el rol
que llevaban los niños en los cuentos comenzó a cambiar, ya aparecían niños
traviesos, que querían jugar constantemente y que hacían travesuras. Eran
libros divertidos, en los que también se mostraba la bondad que los niños han
de tener, pero siempre mezclándolo con un poco de picardía.
Actualmente los niños se sienten
absolutamente reflejados con los personajes que aparecen en los libros, puesto
que estos son niños divertidos, niños que hacen cosas acorde a su edad sin
suponerles eso ninguna tragedia. Este hecho genera un claro incremento en el
disfrute que se produce al leer un libro,
ya que así pueden empatizar y empiezan a considerarse parte de esa
historia contada.
Cuando realizamos una lectura,
nos metemos tanto en el personaje que hasta, en ocasiones, nos creemos
verdaderos protagonistas de la historia. Esto es lo más maravilloso del mundo
que te puede pasar, ya que así, es cuando estás realmente disfrutando y
sintiendo lo que se cuenta. Esto es lo que debemos lograr en nuestros alumnos,
que disfruten de la lectura, y es lo que antes no se conseguía porque no se
creaba lectura para niños, sino para padres, pues complacían a quien los
compraba sin pensar que el niño es el que va a aprender leyendo.
Pienso que los libros deben
crearse para que los niños puedan transportarse con la Literatura a un mundo
mágico y paralelo donde vivan historias, donde disfruten y donde tengan todo
aquello que la realidad no les permite tener. Creo que es imprescindible que
ellos sean los primeros en quienes pensamos al crear un libro, y considero que
es primordial que no se plasme un niño totalmente descontextualizado, ya que
así no podrán sentirse identificados, ni tampoco empatizar con cualquiera de
los integrantes del libro.
Para finalizar con esta reflexión
acerca del debate creado por Sáiz Ripoll, expondré una cita que para mí,
refleja perfectamente lo que es la educación, y lo que yo busco lograr con mis
alumnos en un futuro, que espero, sea cercano.
“El maestro que intenta enseñar sin
inspirar en el alumno el deseo de aprender está tratando de forjar un hierro
frío.” Horace Greeley
¡Ojalá te leyeran muchos (malos) maestros! ¡Ojalá!... Muy inspirador. Te lo anoto.
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