El cuento lo he adaptado para el
tercer ciclo de primaria, ya que considero que es un cuento algo denso y largo
para ciclos anteriores. Aunque también puede trabajarse en el segundo ciclo. He
introducido intriga, para los niños, y amor, para las niñas, ya que a esta edad
los gustos son muy dispares. Además, creo que el cuento se sale algo de lo
convencional, y eso puede hacer que el cuento les guste más.
TODA CLASE DE PIELES
Cuenta la historia, que hace
mucho, mucho tiempo, en un lejano reino, se produjo una triste perdida. El
reino se llamaba “sonríemientraspuedas”, y en él cohabitaban toda clase de
especies, humanos, y animales parlantes. Los reyes de reino eran realmente
hermosos, y estaban completamente enamorados. ¡Pero tenían un problema! Ellos
no eran capaces de concebir un hijo, y éste era su mayor deseo. Pasaban los
años y la angustia en el reino aumentaba, ¡ya que no tenían heredero! Un día,
fruto del amor que entre ellos existía, nació una pequeña niña a la que
llamaron Claudia.
Claudia, era una niña peculiar,
muy agradable y simpática, pero sin embargo, no especialmente bella. Tenía el
pelo castaño, largo y encrespado, ojos saltones, y la nariz tan grande como una
patata. Pese al físico de Claudia todo el mundo la quería, ya que ella tenía un
encanto especial, y es que sonreía constantemente, y alegraba la vida a todo
aquel que se la acercaba.
Fueron pasando los años, y
Claudia fue creciendo con el amor que entre sus padres existía y que tanto la
demostraban. Los padres estaban algo preocupados, ya que pensaban que no
podrían casar a su hija debido a su “exótica” apariencia. Claudia no entendía
porque sus padres, desde niña, habían intentado hacer acuerdos con reinos
cercanos sobre su futuro. Ella consideraba que casarse era algo bonito, algo que
debía hacerse con el corazón, algo que debía sentirse y que te une para
siempre.
Pasaron los años, Claudia siguió
creciendo y llegó su cumpleaños. Claudia era ya casi adolescente, cumplía
quince años. Ella no tenía complejos,
había crecido siendo una niña querida y valorada, y nunca había escuchado
ningún tipo de comentario despectivo hacia su persona. Sin embargo, no es oro
todo lo que reluce, como bien suele decirse, así que las cosas comenzaron a
complicarse para la adolescente princesa. La noche anterior a su cumpleaños,
Claudia y sus padres cenaron juntos. Durante la cena, sus padres comenzaron a
hablar sobre príncipes apuestos de reyes cercanos. Claudia mosqueada preguntó
el por qué de su insistencia, y sus padres se callaban. Claudia se armó de valor
y les dijo:
- No habréis acordado ya mi matrimonio, ¿verdad? Sabéis que estoy en contra de ese tipo de acuerdos, que quiero casarme por amor, con alguien a quien quiera, respete y que pueda amarme. ¡No quiero que me hagáis casarme por obligación!
Los reyes quedaron callados y
pensativos. No sabían cómo explicarle a la princesa lo que estaba sucediendo,
creían que decirla la verdad iba a ser doloroso para ella, pero la madre,
decidió tomar cartas en el asunto, y con la voz temblorosa se pronunció.
- Hija, sabes que no puedo darte un hermano, que tú fuiste un milagro, y que no hay heredero posible al trono. Es necesario entonces encontrar una persona que quiera pasar el resto de su vida contigo, y por eso, nos hemos visto en la obligación de realizar una fiesta mañana, a la que acudirán cuatro príncipes, entre los que elegirás a tu futuro esposo.
Claudia estaba realmente
enfadada, no entendía porque sus padres la estaban haciendo tal osadía. Ella
creía que siempre había sido una niña buena, y que merecía enamorarse. Creía
que no podría encontrar la felicidad casándose simplemente por complacer a sus
padres.
Claudia intentó hablar con ellos,
les replicó la “jugarreta” que la habían hecho y les dijo que ella quería
casarse por amor, como ellos. Les explicó que ellos eran su ejemplo, que quería
disfrutar del mismo cariño y afecto que ellos se daban mutuamente, sin embargo
parecían no entrar en razón. A medida que pasaban los minutos, el tono de la
conversación se elevaba y las palabras se hacían cada vez más agresivas y
dolorosas, tanto, que llegaron donde nunca creyeron.
- Tenemos un problema contigo Claudia. Eres fea, tienes un pelo aspero y de aspecto no agradable y unos ojos tan saltones que pareces una rana. ¡Nunca podrás encontrar a nadie que te quiera como yo quiero a tu madre porque no tienes su belleza! ¿Acaso no te has dado cuenta? La única manera que tenemos de salvar el reino es casándote mediante un acuerdo. Dijo el padre en tono hiriente.
La madre entristeció, no sabía
que decir ni que hacer, ya que se encontraba entre la espada y la pared. Sabía
que no era justo lo que estaba ocurriendo, que debía defender a su hija porque
ella lo único que anhelaba era el amor verdadero, pero también conocía las
dificultades que existían. Ella, decidió suavizar el comentario del rey
mencionando lo simpática, agradable, humilde, bondadosa y sonriente que era
Claudia; sin embargo, Claudia salió corriendo, con los ojos llenos de lágrimas,
hacia su cuarto.
La reina estaba pensativa en el
comedor con su marido, ya que lo que menos querían era causarle dolor a su
querida hija. Mientras pensaba le decía a su esposo cada una de las cualidades
que la hija de ambos tenía, y le propuso retrasar el enlace una semana. El rey,
desconsolado por sus palabras y lleno de dolor por lo ocurrido, accedió. Él
sabía que no había actuado bien, pero creía que ese contrato era lo mejor para
el reino.
Claudia estaba llorando en su
alcoba cuando la reina llamó a la puerta, y entró al escuchar los sollozos de
su hija. Lo primero que hizo fue abrazarla, ya que sabía lo dolida que estaba,
luego la sentó en la cama, y mientras la acaricia el pelo, le comentó lo
acordado con su padre. Claudia no estaba de acuerdo, pero pensó que durante esa
semana podría convencerles de lo contrario. Todos se fueron a la cama con una
sensación extraña, no sabían muy bien si era angustia, tristeza o ambos dos
sentimientos juntos.
A la mañana siguiente, Claudia
bajó al comedor, ¡era su cumpleaños!, y allí la esperaban los reyes para, de
manera ansiosa, felicitarla. El padre la pidió perdón por lo dicho, y la dio un
abrazo tan fuerte que casi queda allí, asxifiada. La madre llorando recordó lo
rápido que crecía, lo mayor que se estaba haciendo y lo buena que era.
Desayunaron juntos, y al acabar, la madre la dio un collar que tenía tres
abalorios. El primer abalorio era un sol, el segundo un elefante y el tercero
el anillo de boda de sus padres. El sol simbolizaba la luz, ya que la madre
decía que con el nacimiento de su hija su vida había quedado iluminada, y su
camino estaba marcado gracias a ella, a ese momento, a su nacimiento. El
elefante representaba la fuerza, el valor, el coraje y la suerte, que era lo
que para la reina identificaba a su hija. El tercer abalorio, era sin duda el
más importante, era el anillo de su boda. La madre, entre lágrimas se lo
entregó a Claudia diciéndola que el amor existente en él era el amor que había
permitido su vida, y que por eso debía tenerlo. La madre pensaba que el anillo
la protegería de todo mal y la daría felicidad plena. Claudia agradecida abrazó
a su madre y salió a jugar. Pasó un día estupendo, entre amigos y familiares
que la querían y que deseaban su bien.
Los días se iban sucediendo, la
semana iba pasando, y el día de la fiesta iba a llegar. Claudia cada vez estaba
más angustiada, ya que ella no quería contraer matrimonio todavía, y además, su
autoestima estaba realmente deteriorada. Claudia hablaba con sus padres todos
los días, les explicaba lo que sentía, pero el padre no entraba en razón. La
reina defendía a su hija, pero ella no podía hacer mucho si su esposo no
accedía a la petición.
Un buen día, mientras Claudia se
preparaba para la cena, pensó:
- ¿Qué ocurrirá si propongo algo a mi padre que no pueda cumplir?
Con esta pregunta se sentó en la
mesa, y llena de valor, le dijo a su padre:
- Padre, he pensado que ya que me voy a casar merezco un buen regalo.
- Claro hija, lo que quieras te daré.
- Quiero tres vestidos, uno tan dorado como el sol, otro tan plateado como la luna y el último tan brillante como las estrellas.
- Pero hija… eso es muy complicado, para la fiesta no estará, necesito más tiempo.
- No padre, quiero ponerme esos vestidos en mi festejo. Tú dijiste que no era bella, así que intentaré verme bien para ese día con esos vestidos. Si no, no me caso.
- Está bien hija, intentaré hacer lo que pueda, pero ten en cuenta que quedan sólo cinco días para la fiesta y que me has pedido algo muy complejo.
- Lo sé padre, pero eso es lo que quiero.
Claudia, victoriosa, salió de la
sala y subió a su cuarto sonriendo, pensando que toda esa pesadilla ya había
acabado. El padre, mientras, mandó a todos sus soldados en busca de las telas
necesarias. Quería que el vestido estuviera listo lo antes posible.
Cuando sólo quedaban tres noches
para la fiesta, el padre le ofreció durante la cena los tres vestidos que había
pedido. Nadie entendía lo ocurrido, nadie sabía cómo había podido producirse
tal hecho, el caso, es que Claudia tenía un vestido tan dorado como el sol,
otro tan plateado como la luna y otro tan brillante como las estrellas. Claudia
quedó asustada, no sabía qué hacer ni que decir, así que mientras pasaba la
cena, ella pensaba. Antes de irse a dormir, Claudia le realizó otra petición a
su padre.
- Padre, no puedo ir con estos vestidos al baile, ya que pasaré frío y no quiero coger alguna enfermedad que pueda acabar con mi vida. Sabes que en el reino las temperaturas son bajas, así que necesito, como último regalo, que me hagas un abrigo.
- ¿Un abrigo hija? ¿Y cómo debe ser?
- Quiero que el abrigo esté hecho a base de pieles. Tiene que contener un poquito de cada uno de los animales existentes en el planeta.
- Hija, eso es imposible. Sabes que intento complacerte, pero eso es una locura.
- Padre, esos son mis deseos, si no, no me caso.
- Está bien hija, intentaré conseguirlo, aunque sólo quedan tres noches para la gran fiesta.
Nuevamente, Claudia, convencida
de que su padre no lograría lo pedido marchó a su cuarto. Mientras, el padre
mandó buscar todas y cada una de las
especies animales para poder hacer el abrigo. ¡Y lo consiguió!
La noche anterior al baile, el
abrigo estaba confeccionado. Le quedaban los últimos detalles, así que,
Claudia, tendría que casarse. Ella estaba triste, no podía hacer más, no
lograba entender lo que estaba ocurriendo, y no encontraba manera de evitarlo.
La madre, como cada noche, se acercó a ver como se encontraba su preciosa hija.
La vio desolada, sin vida y realmente triste. Fue entonces cuando ella
comprendió que todo se les había ido de las manos, que no podían ir en contra
de la voluntad de su pequeña. Habló con ella, la explicó que no podía hacer
nada con su padre, ya que él no entraba en razón, pero la dio una solución.
- Hija, creo que debes huir, creo que debes buscar tu propio camino. Estás preparada para volar sola, sin nuestra protección. Debes forjar tu vida con tus propios pasos. Sólo te pido que lleves siempre contigo el colgante que te regalé, pues te ayudará, y cuando quieras sentirme no tienes más que agarrarlo fuerte entre tus manos.
Claudia, asustada, asintió con la
cabeza. Cogió el colgante, los vestidos y el abrigo y se dispuso a huir del
reino. Antes de hacerlo, miró a su madre. Ambas, sintieron la necesidad de
abrazarse, y al hacerlo, Claudia sintió todo el amor que su madre tenía dentro,
para ella. Claudia marchó al bosque, triste, pero a la vez contenta. Su madre
confiada en ella, confiaba en sus capacidades.
Iban pasando los días, y Claudia,
seguía siendo perseguida por todos los soldados de su padre, así que, ella,
seguía escondiéndose en árboles y comiendo de lo que había en el bosque.
Un día, Claudia escuchó más
soldados de lo normal y decidió esconderse y taparse con el abrigo que su padre
la había hecho. Los soldados, vieron un bulto, y extrañados, se acercaron. Al
tocarla, Claudia salió asustada. Su aspecto era horrible, la piel totalmente
cubierta de suciedad, y la ropa andrajosa y sucia por el ambiente. Los soldados
decidieron llevarla al castillo de un reino colindante, ya que la veían indefensa.
Al llegar allí, el príncipe decidió dejarla en las cocinas, ya que necesitaba
sirvientes y así, la ayudaba a tener trabajo y a sobrevivir.
Los meses fueron pasando y
Claudia cada vez estaba más acostumbrada a la vida en el castillo. Todo el
mundo la preguntaba por su procedencia, y su nombre, pero ella, se negaba a
contar la realidad. Como nunca respondía y siempre iba con el abrigo que su
padre la regaló, la apodaron con el nombre de “todaclasedepieles”. Además de lo
a gusto que se sentía en el reino, la princesa comenzó a sentir algo especial
por el príncipe. Era apuesto, atento y la trataba taaaaaaaan bien. Se había portado
muy bien con ella y eso no podía obviarlo.
Una mañana, mientras “Todaclasedepieles”
fregaba el desayuno, el príncipe anunció que iba a convocar un baile, que
duraría tres días, para elegir esposa y así poder contraer matrimonio. El baile
empezaba esa misma noche, y a él acudieron princesas de todos los reinos.
Princesas elegantes y hermosas que querían al príncipe y su legado. “Todaclasedepieles”
habló con su jefe en la cocina, y le pidió un ratito libre para poder ir a ver
el baile, ya que ella alegó que no había estado nunca. El cocinero, la dio
permiso, pero la impuso una condición. Debía de estar en las cocinas pronto
para preparar la sopa que el príncipe toma todas las noches antes de dormir.
Ella accedió encantada y marchó a su cuarto para prepararse.
Y así fue. Se peinó, quedándole
el cabello realmente bonito. Se acicaló y se puso el vestido que su padre la
había regalado, un vestido tan dorado como el sol. Estaba realmente guapa. Bajó
al baile y entró de una forma tan arrolladora que el príncipe quedó embelesado.
Quizás no era la princesa más guapa del castillo, pero si era la princesa que
él buscaba; una princesa con personalidad, carisma, coraje, bondad y algo
realmente atrayente.
La primera noche la princesa
salió corriendo, ¡el cocinero la estaba esperando! Subió a su cuarto, se cambió
de ropa, tizno la piel y se puso el abrigo que su padre la había hecho. Bajó a
las cocinas y preparó la sopa del príncipe. Esa noche la sopa estaba más rica
que nunca, tenía más amor y cariño del normal. La princesa decidió meter en la
sopa uno de los abalorios del colgante que la madre la regaló, el sol, como símbolo de su amor hacía el príncipe,
aunque éste no la conocía. El cocinero la mandó subir la sopa, y ella así lo
hizo. Subió y tocó la puerta. El príncipe cogió la sopa, la dio las gracias y
cerró. El príncipe quedó enamorado de la sopa, así que decidió bajar a cocinas
y preguntar quien la había hecho. El cocinero asustado dijo que había sido él,
y pregunto el por qué. Ante esto el príncipe sólo pudo decir que estaba
especialmente rica.
Al día siguiente, la acción
volvió a repetirse. “Todaclasedepieles” pidió permiso al cocinero para ir al
baile, y éste se lo dio. Subió a su cuarto, se cambió, acicaló y se puso su
vestido tan plateado como la luna. El príncipe al verla sintió que era ella,
que era la persona con la que quería compartir su vida, que tenía algo
especial. Ella, al llegar la hora, marchó corriendo para poder realizar la sopa
del príncipe. Se cambió, y volvió a tiznarse la piel. Se cubrió con el abrigo y
bajó a cocinas. Esa noche, en la sopa, decidió echar el elefante. El cocinero,
la mandó subir la sopa al príncipe, y éste pensando ya en lo ocurrido decidió
fijarse más en la cara cubierta que le traía la sopa.
El tercer día de baile, “Todaclasedepieles”
estaba nerviosita perdida, no tenía otra oportunidad, y tenía que conseguir el
amor del príncipe. Pidió permiso al cocinero y se marchó a acicalar para el
baile. Este día estaba realmente hermosa, derrochaba felicidad y belleza y el
cabello la había quedado precioso. El príncipe al verla en el salón quedó
atrapado, ensimismado y sonrió. La invitó a bailar. Ambos no cogían de la
felicidad que sentían, pero el príncipe sabía que ella se iba a marchar, así
que, decidió ponerle un anillo en el dedo. Ella corrió a cambiarse. Ese día se
había retrasado más de lo normal, así que no la dio tiempo a quitarse el
vestido, ni a tiznarse la piel, únicamente pudo ponerse el abrigo. Le hizo la
sopa y en ella vertió el anillo de bodas de su madre. Al subir la sopa al
príncipe -mosqueado ya, por cierto- éste la invitó a pasar. Él esperaba, como
cada noche, encontrar algo en la sopa tan rica que le alimentaba. La preguntó a
ella si creía que encontraría algo, ella negaba todo. El príncipe comió la sopa
más rápido que nunca, y al llegar al final encontró la alianza. Él la preguntó
por el paradero de ese anillo, ella negaba saber su procedencia; sin embargo,
él, la destapó la cara, y cogiéndola la mano, donde estaba el anillo que la
había puesto en el baile, la dijo.
- Tú eres la pareja de este anillo que he encontrado en mi sopa. Tú eres la persona con la que quiero compartir el resto de la mi vida, de la que quiero disfrutar. Tú eres mi destino, sólo tú puedes hacerme verdaderamente feliz.
Ella sumida en una nube y
sonriendo sin pasar le besó. Ese beso selló su amor para siempre, fue el
comienzo de un amor irrompible que les depararía la más absoluta felicidad.
ASPECTOS QUE HE MANTENIDO DEL
CUENTO
Hay algunos aspectos del cuento
que no los he cambiado porque me parecía interesante mantenerlo y porque creo
que puede dar mucho jugo dentro de un aula, además, he intentado mantener la
esencia principal del cuento mediante ellos.
- El primer aspecto que he mantenido es que los personajes son reyes de un reino en el que se necesita un heredero urgentemente.
- El segundo aspecto que he mantenido es que la princesa debe contraer matrimonio para beneficiar al reino, lo cual conlleva a que ella huya del padre debido al no entendimiento que se produce entre ambos.
- También he mantenido la aparición de un colgante que luego utiliza en el castillo.
- De igual modo, he utilizado la creación de los tres vestidos y del abrigo para así rehuir del enlace que los reyes habían creado.
- He mantenido la forma en la que la princesa es encontrada en el bosque, y la manera en la que llega al castillo, trabajando allí en las cocinas.
- Otro aspecto que me ha parecido interesante mantener es el nombre con el que es apodada la princesa en el castillo, debido a la incertidumbre que la rodea.
- Por último he mantenido la forma en la que el príncipe pide matrimonio a “Todaclasedepieles”.
ASPECTOS QUE HE CAMBIADO.
Igual que hay aspectos que he
considerado que debían mantenerse, también hay algunos que creo que deben
cambiarse para así darle otro enfoque al cuento, eso sí, sin perder la esencia.
- He eliminado la muerte de la madre. He conseguido que ella siguiera viva durante todo el cuento, y que además, fuera participe durante todo él.
- He eliminado el estereotipo existente sobre las princesas, donde la belleza es lo primordial. He creado una princesa de belleza no extraordinaria, pero sin embargo, con una personalidad envidiable.
- He cambiado los abalorios del colgante, aunque el colgante en sí lo he mantenido.
- He añadido a la madre como ayuda para la princesa cuando ésta tiene que escapar del castillo.
- Y por último he suprimido el incesto, ya que considero que es algo para lo que los niños no se encuentras preparados y que yo creo que ni siquiera saben lo que significa.
Perfecto. A ver si tienes oportunidad de contarlo en las prácticas :)
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