Las siete maravillosas del mundo.
Reflexión bloque III
El bloque III de Literatura Infantil, se denomina “Literatura española y cultura literaria” y tenía como finalidad el conocimiento de la historia de la literatura para así poder realizar una semana cultural viendo las obras y los autores que son buenos para ser trabajados en Primaria.
La finalidad que teníamos que lograr cuando creamos nuestra semana cultura era conseguir conocer la vida del autor escogido, como también el momento histórico en el que se encontraba, la corriente literaria que propagó, la temático que difundió, el estilo con el que escribió y el reconocimiento de algunas obras que realizase.
Personalmente, y tras crear mi semana cultural, creo que ésta puede recoger todos estos objetivos, y creo que hubiera estado muy bien para poder ponerla en práctica en el aula. Además, considero que es muy importante que los conceptos estén adaptados para la edad concreta a la que va dirigida la semana, y creo que eso era muy respetado en la mía. Por falta de tiempo, no he podido llevarla a cabo en el cole de prácticas, pero creo que hubiera sido realmente interesante trabajarla, ya que no sabes si algo está bien hasta que no te enfrentas a ello, y la realidad del aula es muy diferente respecto a lo que nosotros concebimos como tal.
Además, a lo largo de este bloque trabajamos las diferentes corrientes literarias existentes, y la forma en que se producían. Hablábamos entonces de movimientos Platónicos y Aristóteles sobre los que se iban moviendo las corrientes sucesivamente. También, señalamos qué corrientes se produjeron en cada movimiento y las obras más fáciles y útiles de cada uno para trabajarlas en Primaria.
La primera corriente fue la Edad Media, que fue un movimiento Platónico, de la cual podemos destacar para trabajar en Primaria el Cantar del mio Cid.
Esto mismo fuimos haciendo con todos los movimientos para recordar qué obras y qué autores caracterizaron cada época, y de ellos cuáles podíamos elegir.
La verdad es que a penas recordaba autores asociados a épocas, pero sí que al mencionarlos volvieron rápidamente a mi mente. Tenía entonces un montón de conceptos integrados pero sin tenerlos relaciones entre sí. Conocía autores y obras pero no recordaba a qué pertenecían ni qué les caracterizaba. Un horror, vamos. Pero bueno, poco a poco y tras abordarlo en clase mis conocimientos previos se fueron impregnando de los nuevos y volvieron a aparecer para así poder crear mi semana cultural, que para quienes no la recuerden, aquí os la enlazo.
Este tema ha sido probablemente el más breve de todos, pero a mí me ha gustado bastante, ya que nosotros mismos nos teníamos que poner en la piel de un profesor para así poder crear una semana cultural que estuviera a la altura, adaptada a la edad y que pudieran realizarla sin que les supusiera un suplicio. Creo que mediante estas actividades estoy aprendiendo a empatizar mucho más con ellos, a conocerlos mejor y a saber qué les conviene.
Probablemente, cuando sea tutora de mi propia clase, de aquí a unos años, intentaré poner en práctica mi semana cultural para ver así si era correcta o debería modificarla.
Respecto a las prácticas, estamos poco tiempo en el colegio, únicamente dos meses, y en ese tiempo no coincide, al menos en mi caso, la semana cultural, pero sí que he investigado sobre ella y he intentado tener información para saber sobre qué iba a ser.
La semana cultural en mi colegio se va a realizar poco después de la festividad de Carnaval, por Marzo más o menos, y este año la temática es la misma que en la festividad mencionada antes. Mis niños van a ir de “Las siete maravillas del mundo”, por eso el título de esta entrada. Van a conocer todo lo referente a ellas y a los países en los que se encuentran, la cultura de allí y las cosas tradicionales y típicas que se hacen. Yo, no tendré la oportunidad de verlo, pero estoy segura de que va a ser una maravilla, valga la redundancia, porque además es un centro en el que los niños participan un montón, y traerán objetos y libros que tengan por casa. El interés es fundamental y ellos respecto a eso, van sobrados.
Ahora, os expongo un artículo que he extraído de la página del AMPA de mi colegio de prácticas, y que me parece realmente interesante.
Una siesta de doce años.
"Educar debe de ser una cosa parecida a espabilar a los niños y frenar a los adolescentes. Justo lo contrario de lo que hacemos: no es extraño ver niños de cuatro años con cochecito y chupete hablando por el móvil, ni tampoco lo es ver algunos de catorce sin hora de volver a casa. Lo hemos llamado sobreprotección, pero es la desprotección más absoluta: el niño llega al insti sin haber ido a comprar una triste barra de pan, justo cuando un amigo ya se ha pasado a la coca. Sorprende que haya tanta literatura médica y psicopedagógica para afrontar el embarazo, el parto y el primer año de vida, y que exista un vacío que llega hasta los libros de socorro para padres de adolescentes, esos que lucen títulos tan sugerentes como Mi hijo me pega o Mi hijo se droga. Los niños de entre dos y doce años no tienen quien les escriba.
Desde que abandonan el pañal (¡ya era hora!) hasta que llegan las compresas (y que duren), desde que los desenganchas del chupete hasta que te hueles que se han enganchado al tabaco, los padres hacemos una cosa fantástica: descansamos. Reponemos fuerzas del estrés de haberlos parido y enseñado a andar y nos desentendemos hasta que toca irlos a buscar de madrugada a la disco. Ahora que al fin volvemos a poder dormir, y hasta que el miedo al accidente de moto nos vuelva a desvelar, hacemos una siesta educativa de diez o doce años.
Alguien se estremecerá pensando que este período es precisamente el momento clave para educarlos. Tranquilo, que por algo los llevamos a la escuela. Y si llegan inmaduros a primero de ESO que nadie sufra, allá los esperan los colegas de bachillerato que nos los sobreespabilarán en un curso y medio, máximo dos. Al modelo de padres que sobreprotege a los pequeños y abandona los adolescentes nadie los podrá acusar de haber fracasado educando a sus hijos. No lo han intentado siquiera. Los maestros hacen algo más que huelga o vacaciones, y la educación es bastante más que un problema. Pido perdón tres veces: por colocar en un título tres palabras tan cursis y pasadas de moda, por haberlo hecho para hablar de los maestros, y, sobre todo sobre todo, porque mi idea es -lo siento mucho- hablar bien de ellos. Sé que mi doble condición de padre y periodista me invita a criticarlos por hacer demasiadas vacaciones (como padre) y me sugiere que hable de temas importantes, como la ley de educación (es lo mínimo que se le pide a un periodista esta semana).
Pero estoy harto de que la palabra más utilizada junto a escuela sea ‘fracaso’ y delante de educación acostumbre a aparecer siempre el concepto ‘problema’, y que ‘maestro’ suela compartir titular con ‘huelga’.
La escuela hace algo más que fracasar, los maestros hacen algo más que hacer huelga (y vacaciones) y la educación es bastante más que un problema. De hecho es la única solución, pero esto nos lo tenemos muy callado, por si acaso. Mi proceso, íntimo y personal, ha sido el siguiente: empecé siendo padre, a partir de mis hijos aprendí a querer el hecho educativo, el trabajo de criarlos, de encarrilarlos, y, mira por donde, ahora aprecio a los maestros, mis cómplices. ¿Cómo no he de querer a una gente que se dedica a educar a mis hijos? Por esto me duele que se hable mal por sistema de mis queridos maestros, que no son todos los que cobran por hacerlo, claro está, sino los que son, los que suman a la profesión las tres palabras del título, los que mientras muchos padres se los imaginan en una playa de Hawái están encerrados en alguna escuela de verano, haciendo formación, buscando herramientas nuevas, métodos más adecuados.
Os deseo que aprovechéis estos días para rearmaros moralmente. Porque hace falta mucha moral para ser maestro. Moral en el sentido de los valores y moral para afrontar el día a día sin sentir el aprecio y la confianza imprescindibles. Ni los de la sociedad en general, ni los de los padres que os transferimos las criaturas pero no la autoridad. ¿Os imagináis un país que dejara su material más sensible, las criaturas, en sus años más importantes, de los cero a los dieciséis, y con la misión más decisiva, formarlos, en manos de unas personas en quienes no confía? Las leyes pasan, y las pizarras dejan de ensuciarnos los dedos de tiza para convertirse en digitales. Pero la fuerza y la influencia de un buen maestro siempre marcará la diferencia: el que es capaz de colgar la mochila de un desaliento justificado junto a las mochilas de los alumnos y, ya liberado de peso, asume de buen humor que no será recordado por lo que le toca enseñar, sino por lo que aprenderán de él."
Carles Capdevila / Periodista.
Muy bien hilada la carta de la AMPA. Perfecto.
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