Hace poco puse una entrada sobre las navidades y la llegada de los
Reyes Magos, pues bien, ese mismo día surgieron conversaciones que me hicieron
más evidente mi vocación. Como he dicho varias veces, tengo un hermano de 9
años, y a él los reyes le trajeron una pizarra un poco diferente a las que yo
he tenido en mi infancia. Era una pizarra que se pintaba sólo a oscuras y con
un rotulador fosforito. Me pasé toda la mañana de reyes jugando con ella,
haciendo dibujos y escribiendo con letra ligada. Cuando tenía la pizarra en mis
manos, apareció mi madre, y apoyada en el cerco de la puerta me dijo: “nunca
cambiarás, nunca”. Al principio yo no entendía que me estaba diciendo, yo creía
no haber hecho nada malo, así que la miré con cara extrañada, y antes de que yo
mismo pudiera decir palabra, habló ella: “has tenido cuatro pizarras durante
toda tu infancia. Cuatro pizarras que han quedado destrozadas de tanto usarlas.
Mientras todos los niños tenían un corcho en su pared, en la tuya había una
pizarra de tiza. Desde muy niña sentabas a los muñecos en círculo a tu
alrededor, y tú les explicabas cosas tan simples como cómo dibujar un árbol.
Pasabas horas rodeada de esos muñecos haciendo de maestra, ¡intentabas
enseñarles a escribir! E incluso les regañabas. Llegabas del colegio, corrías a
tu habitación, dejabas la mochila y cogías la tiza y el borrador. Cuando abría
la puerta estabas sonriendo, y tu imaginación te dejaba incluso escuchar las
peticiones de los muñecos, ¡era increíble verte jugar! Y ahora acabo de ver la misma
cara de ilusión y esperanza, las mismas ganas de enseñar y de jugar.” Después
de todas estas palabras me quedé un poco en shock. Mi madre no suele ser así,
tan cariñosa y espontánea. Poco a poco empecé a recordar, y ella tenía razón.
Desde muy niña el único juego que me entretenía durante horas era ser maestra,
justo lo mismo que ahora. Recuerdo colocar a mis muñecos en un sillón de mimbre
que tenía y sentarme frente a ellos para explicarles cosas. Recuerdo que mi
madre me regañaba porque toda la tiza que caía de la pizarra iba directa a la
pared y ¡me estaba cargando la pintura! Recuerdo que me regalaron cuatro
pizarras porque todas las había usado tanto que ni siquiera se borraba ya la
tiza. Recuerdo las tizas de colores para enlazar conceptos. Recuerdo ser el
reflejo absoluto de cada una de mis profesoras, pero con esencia propia,
dejando lo que me gustaba de ellas y cambiando lo que no creía correcto. He
sido una niña traviesa, llorona y chinche, ahora bien, me dejabas un nenuco y
una pizarra y ya no había niña.
Cuento esto, porque considero que Magisterio, debería ser una carrera
llena de maestros con la misma vocación que he sentido yo desde niña. Es
verdad, que también he querido ser astronauta y médica como todos, pero lo que
realmente vibraba dentro de mí ha sido y será siempre la educación. Tengo una
carrera “frustrada” que quien me conoce lo sabe, y es psicología. Quiero saber
todo lo posible, no para ejercer de ello, sino para saber cómo afrontar los
problemas que me ocurren a mí, y a mi gente. Para poder ayudar a los demás,
para dar consejos sabiendo lo que digo, para empatizar mejor y para comprender
y respetar a los demás. Esa es mi carrera “frustrada”, pero estoy tranquila
porque sé que algún día estudiaré si no es la carrera, algo relacionado con
ello, algo que me deje saciar mis necesidades y que me permita responder ante
la ayuda que buscan en mí los demás. Mis amigas dicen que mi mayor virtud es
saber escuchar, y que por eso siempre acuden a mí, y esa es la esencia, creo
yo, de mis dos carreras: Psicología y Magisterio. Escuchar a los demás,
hacerles ver que te importa lo que les ocurre, mostrarles cariño y empatía y
ayudarles tendiéndoles la mano. En esas dos profesiones lo importante no eres
tú, son los demás. Lo importante es tratar a cada una de esas personas de
manera diferente según sus necesidades. Es como siempre nos decía Piti: “saber
trabajar con un jardín lleno de flores diferentes”. En las dos carreras lo
fácil no es llegar a la meta con los alumnos brillantes, sino conseguir que
aquellos que tienen dificultades alcancen los mínimos y cojan autoestima.
Prácticamente hasta el día que me matriculé tuve dudas de si realmente
quería ser maestra o ser psicóloga, fue entonces cuando algo me vino a la mente
y pensé: “Cris, tu vocación es estar rodeada de niños durante todo el día, es
ayudar, sí, pero a niños” y decidí hacer Magisterio, que era a lo que jugaba
desde niña.
Sé que es difícil de entender, pero escribo todo esto porque es la
única manera que veo de empezar la reflexión final que quiero hacer. Y cuya
finalidad es mostrar que sólo hay una manera de cambiar la educación y de
beneficiar a los niños, y es trabajar con maestros que sientan ganas e ilusión
por enseñar, que disfruten haciéndolo, que no les importe estudiar nuevas
formas de innovar y así salir de lo tradicional. Esos maestros van a ser los
que nos posibiliten hacer respetable esta profesión.
Desde tiempos inmemorables el ser profesor de magisterio era algo vano
para la sociedad, algo que en menor medida sigue ocurriendo. Desempeñar la
función de profesor se encontraba relegado a un segundo plano y apenas tenía
importancia. Sabemos que antiguamente todo esto sucedía porque los profesores
que se encontraban a cargo de las clases no tenían la titulación correspondiente,
más bien eran, generalmente, obispos y curas encargados de educar niños, que
además se encontraban englobados en una misma clase pese a tener diferentes
edades, y necesidades distintas. Esto sucedía porque la educación era
despreciada por la sociedad, y por quien guiaba esa sociedad. Al principio las
escuelas estabas en cuadras o establos, ya que no era importante aprender y
adquirir cultura. Ahora, esto ha cambiado, ha avanzado y tiene que seguir
haciéndolo para buscar una educación mejor.
La sociedad ha ido evolucionando, y seguida a ésta también ha
evolucionado la educación, lo que quiere decir que el concepto acerca del
profesor ha cambiado por completo, adquiriendo ahora una mayor importancia y
desempeñando un papel fundamental en la vida de los niños.
Cuando decidimos adentrarnos en la carrera de magisterio lo hacíamos
planteándonos una vida diferente, una vida volcada hacia pequeñas criaturas que
te necesitarán hasta para limpiarse las manos después de hacer un dibujo con
acuarelas. Cuando consideras que tu vida se encuentra cerca de un colegio lo
haces pensando que te va a encantar levantarte por las mañana y ver una clase
llena de sonrisas, produciendo esto que la tuya salga inmediatamente, aunque a
veces sea difícil. Además quienes decidimos meternos en magisterio sabemos que
nuestro futuro estará repleto de días gratificantes… días en los que ayudarás a
niños a pintar, en los que enseñarás a leer a pequeñas personas que desconocen
todo lo que les rodea… Sabemos y somos conscientes de que no existe mayor
gratificación para nosotros que poder compartir nuestra vida y nuestro tiempo
con ellos.
A veces la gente cuestiona nuestra carrera considerándola más fácil
que el resto, a veces se cuestiona lo que nosotros, los que sentimos la
necesidad de ser maestros, hacemos para llegar a trabajar de ello. Pues bien,
es una carrera amena, donde prima la psicología y el entendimiento. Es una
carrera que necesita que conozcas que proceso ha sufrido la educación hasta
llegar al punto en el que actualmente se encuentra. Es una carrera que te
obliga a ser segura de ti misma, que te hace enfrentarte a tus propios miedos y
que te expone ante miles de miradas, miradas que te observan con admiración y
que creen que tu trabajo, el que haces a diario, es el mejor. Es por ello, que
a veces cuando las personas juzgan mi carrera tiendo a enfadarme considerando
que nadie es capaz de ponerse en el lugar del otro, que nadie es capaz de ver
el esfuerzo que conlleva enseñar a niños que no saben cosas tan elementales
como la propia lengua.
Es por ello que cuando la gente me pregunta lo que estudio contesto
por un lado entusiasmada, pues me conmueve por dentro pensar que el resto de mi
vida estará compartida con criaturas que mediante miradas me darán felicidad.
Por otro lado, contesto con miedo, con miedo a respuestas del tipo “buah si esa
carrera está chupada, si esa carrera es para no hacer nada, si esa carrera no
tiene salidas…”.
Es verdad que la carrera de magisterio tiene muchas limitaciones, pues
pasar las oposiciones no es tarea fácil, pero si no estudio lo que quiero nunca
podré trabajar con vocación, nunca podré ser feliz. Es por ello que pienso que
todo en la vida merece un esfuerzo, y que esfuerzo mayor tenemos que realizar
que volcarnos en aquello que nos gusta, en aquello que marcará nuestra vida,
para bien o para mal, y que nos formará como personas, pues no podemos olvidar
que cuando nos metemos a estudiar una carrera estamos decidiendo lo que
queremos ser, estamos formando un futuro rodeado de pequeños salvajes y lindas
princesitas.
Muchas personas tienen la idea de que la carrera de magisterio existe
para pasar el rato, para aprender canciones y distinguir colores, para hacer
manualidades y para crear dibujos abstractos… pero no es así, la carrera de
magisterio sirve para formar personas, para estructurar mentes descolocadas y
para enseñar conceptos obvios que a veces parecen un mundo. EXISTE PARA CREAR
VINCULOS AFECTIVOS, PARA TRABAJAR CON CARIÑO Y CON AMOR, PARA POSIBILITAR LA
SUPERACIÓN DE CADA ALUMNO Y PARA GENERAR QUE SEAN AUTÓNOMOS. EXISTE PORQUE LOS
MAESTROS TENEMOS LA PACIENCIA SUFICIENTE COMO PARA ENSEÑAR CINCO VECES EL MISMO
TÉRMINO SI NO LO ENTIENDEN. Cuando me contestan “tu carrera se la saca
cualquiera” me quedo mirando y pensando ¿Cómo puedes decir eso a la persona que
va a educar a tus hijos? ¿Cómo puedas pensar así de las personas que han
posibilitado tu conocimiento?
Yo no lo entiendo… no entiendo como existen personas que opinan así,
tan a la ligera, sin pesar el esfuerzo que conlleva dar una clase a veinte o
treinta niños sin que te tiemble la voz y pensando en cada uno de ellos, pues
no podemos olvidar que para ellos tu eres su guía, eres el ejemplo a seguir que
mantendrán durante años…
Yo tengo muy claro por qué quiero estudiar magisterio, tengo muy claro
por qué quiero ser profesora, tengo claro que me apetece que a diario me
abracen pequeños niños y me tiren de la chaqueta diciendo “seño, seño” mientras
me sonríen sin cesar. Tengo claro que quiero formar parte no sólo de la
educación de esos pequeños, sino también de la formación que reciben de su vida
cotidiana, quiero enseñarles a atarse los cordones, quiero enseñarles a ponerse
el abrigo o incluso a hacerse una coleta. Quiero que las niñas me enseñen sus
modelitos al entrar por la puerta y que los niños me pidan la pelota de futbol
antes de salir al patio…
Sí, es verdad… la carrera de magisterio la estudia cualquiera… pero en
ningún otro sitio podrás guiar a un niño como lo haces en ésta. Les enseñamos a
escribir guiando sus manos, les enseñamos a leer pronunciando las letras, les
enseñamos modales y valores mediante el ejemplo. Es una carrera que te lleva a
un mundo paralelo, pues te invita a pensar sobre el futuro de tus pequeños,
sobre el estudio que ellos harán y sobre en quién se convertirán. Pienso y
tengo claro que los niños son mi futuro, que quiero que me ayuden a olvidar mis
problemas mientras les intento
solucionar los suyos, quiero que me ayuden a mantener la ilusión y la sonrisa,
las ansias y la ambición por siempre. Quiero y necesito llorar año tras año
cuando vea que un ciclo se cierra, que se cierra la puerta de una clase llena
de ilusión y de alegría por aprender, y que ya no va a formar parte de mi
alumnado, pese a que en mi corazón siempre se mantengan.
Es por ello que considero que los maestros son necesarios, creo que
son el motor del cambio, que son personas tan importantes como los ingenieros y
que su labor diaria tiene igual mérito que la que realiza un empresario.
Supongo que esto debería sentirlo toda persona que desee ser
maestra/o. Supongo que todo esto debe ser lo que mueva a cada uno de nosotros
por dentro para saber que queremos dedicar toda nuestra vida a estar con niños
y a enseñarlos.
Es cierto, que la educación está muy deteriorada, y cada vez más. El
profesor ha perdido el poco respeto que tenía, y ya la mayoría de los padres le
cuestionan. Si el profesor toma una determinación decisión con un alumno por un
comportamiento concreto, está mal hecho lleve o no razón, y hace poco ni se
cuestionaba esto. La falta de apoyo, de reconocimiento, de derechos que les
protejan, les lleva a una continua frustración que empeora esta profesión, y
que provoca la desgana entre el personal docente.
La educación debería dar un giro de 180º, debería plantearse una
reforma que la cambie por completo y que nos dé la posibilidad de trabajar de
una forma totalmente distinta, más enriquecedora afectiva y emocionalmente, y
productiva académicamente. Alguien cualificado debería dictaminar qué es lo
conveniente y qué es lo perjudicial, para así erradicarlo. Alguien cualificado
debería tomar la determinación de dejar en el paro a aquellos profesores
anclados en el pasado, a aquellos que no tienen ganas de evolucionar, de
reciclarse y de avanzar innovando. Deberían dejarlos en paro para así dar fruto
a una nueva etapa donde la educación esté repleta de profesores con ganas de
educar y motivar a los niños, profesores que busquen innovar y trabajar de
forma diferente a la tradicional, profesores que piensen qué hacer en sus
clases cuando lleguen a casa y profesores que disfruten con su profesión, que
vayan felices y eso se lo transmitan a los alumnos, profesores para los que
prime el cariño, el respeto y las necesidades personales, porque son niños, son
sensibles, humildes y frágiles, y debemos tratarles como tal.
Miro otros países, otros sistemas educativos, veo la importancia real
que se le da a la educación y me avergüenzo de cómo se trata este tema en
España. Creo que muchas personas se toman la educación, la enseñanza como algo
que carece de valor, como un lugar al que los niños acuden para entretenerse y
pasar el rato, y no es así. En los colegios se trabaja mucho más que eso, y si
nos lo permitieran estoy segura de que trabajaríamos infinitamente más. Los niños
juegan, claro que sí, juegan, se entretienen, se divierten y se ríen. Todo esto
también les está enseñando, les enseña a respetarse, a empatizar y a valorar a
sus compañeros independientemente de las cualidades que tenga cada uno. Los
juegos les hacen relacionarse y aprender valores, y eso es maravilloso, el
problema está en aquellos que lo ven como una pérdida de tiempo.
Durante años me he planteado si estaba estudiando lo correcto, no
porque no sienta vocación, sino porque sé que me voy a sentir frustrada la
mayor parte del tiempo, y sé que eso me va a hacer sufrir por no poder llevar a
cabo todo lo que quiero. Granito a granito se construye una montaña y yo tengo
claro que voy a intentar conseguir eso, poco a poco cambiar la educación y
enfocarla hacia el ideal que yo poseo.
Me hierve la sangre cuando escucho a las personas hablar de los
profesores como personas que sólo tienen vacaciones y cuyo único interés es el
dinero. Señores, señoras, los VERDADEROS maestros tienen otros principios muy
distintos, entre los cuales están esos, pero en un último escalón. A veces, me
gustaría poner a esas personas mirando tras un hueco en la pared de un aula,
para que así ellos mismos comprendieran que un maestro es mucho más que eso. Un
maestro NO es un transmisor de conocimientos, o al menos así lo concibo yo, un
maestro es una persona que busca conseguir la autonomía de sus alumnos y para
ello les permite convertirse en verdaderos investigadores. Un maestro es una
guía, una ayuda que les orienta, es un referente y un apoyo. Un maestro es una
persona en la que confiar y a la que acudir cuando tienen un problema.
Actualmente, concebimos educación como la necesidad obligatoria de
llegar a los mínimos marcados por el Ministerio. Tenemos que alcanzar los
contenidos y las competencias que alguien decidió dictaminar como necesarias.
Para mí eso es un error, un grave error, privamos a los alumnos de las
necesidades más primarias. Les quitamos los juegos, les impedimos relacionarse,
y les negamos la posibilidad de desarrollarse cognitiva y motóricamente acorde
a su edad. Son niños y en vez de beneficiarles, les perjudicamos. Les obligamos
a leer y a escribir antes de tiempo, les obligamos a escuchar al profesor sin
poder pronunciarse y a sentarse de dos en dos según el orden que nosotros
creamos oportuno. De verdad… haciendo todo esto… ¿creéis que les estamos
ayudando?
Soy consciente de que no soy nadie, ni tengo el peso suficiente como
para cambiar la educación de raíz y empezar de cero, soy consciente de ello.
Pese a esto, tengo claro que en la medida de lo posible, trataré de evitar ese
tipo de educación. Trabajaré los mínimos estipulados con tácticas distintas e
intentaré que los alumnos vean la educación como algo globalizado, donde las
distintas áreas están relacionadas. La educación que a mí me han dado, y que
están dando no me gusta, y si puedo, evitaré ejercerla. Quiero trabajar
transversal e interdisciplinarmente todas las materias, para que así conciban
que tienen elementos comunes y que tienen relación, que son un conjunto, y que
se pueden trabajar como tal. Sé que es difícil trabajar así, sé que no es lo
común, pero si queremos, podemos conseguirlo, y yo quiero hacerlo.
¿Por qué nos han enseñado tantos conceptos descontextualizados?¿Para
qué nos han servido? No veo sentido enseñar a los alumnos conceptos que no
tienen razón de ser, conceptos que no les va a ayudar a desenvolverse en su
vida cotidiana, conceptos que no pueden poner en práctica. Les ofrecemos
muchísima teoría, mediante la que dictaminamos si son listos o tontos y nos
olvidamos del momento evolutivo en el que se encuentra y cuál es su desarrollo.
Esto debe cambiarse, y para ello tenemos que dejar de cual a los propios
alumnos y empezar a culpar al sistema educativo español.
Si algo he aprendido durante estos tres años de carrera ha sido a
reflexionar, a ser capaz de realizar críticas argumentadas, y a ver lo bueno y
lo malo de todo lo que está sucediendo, y de todo lo que engloba a la educación.
Soy autocrítica conmigo misma, busco constantemente mejorar y conseguir algo
más de lo que estoy haciendo, y creo que eso junto a la inseguridad que tengo
me hacen superarme día a día y luchar por lo que creo y por lo que quiero.
Todos los maestros deberían reflexionar sobre lo que está ocurriendo, y al
hacerlo deberían plantearse que les gustaría cambiar y si está en su mano
hacerlo, porque yo creo que en parte sí que está, y así es el único método
existente de empezar a mejorar.
Creo que hay asignaturas de estos tres años que han pasado por mi
mente de tal forma que tal y como llegaron se han marchado. Asignaturas que no
me han aportado absolutamente nada. En cambio, hay otras que me hacen ver que
sí hay posibilidad de cambio, maneras diferentes de enseñar al libro
convencional, y formas de mejorar. Asignaturas que me han permitido disfrutar
al estudiarlas y que me han hecho pensar día tras día en lo que está
ocurriendo, y en todo lo que me gustaría cambiar. Os animo a que reflexionéis
tanto como yo lo estoy haciendo, porque si yo lo hago y aún soy estudiante, no
concibo que haya maestros que decidan dejar pasar en vano todo esto, no concibo
que haya maestro que no se planteen lo que va a ocurrir como sigamos así y que
no piensen si eso era lo que querían cuando se plantearon ser maestros. Todos
juntos podemos cambiar y mejorar esto, ahora, en nuestra mano está
hacerlo.
"Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo" Albert Einstein.