lunes, 12 de noviembre de 2012

Magisterio es felicidad, es placer.


Sales de la universidad, empiezas las prácticas y crees que todo va a ser maravilloso, que realmente te vas a sentir “realizada” y que vas a poder enseñar, que es para lo que llevamos formándonos tres años. Pues bien, como comúnmente se suele decir, yo me llevé la primera en la frente, mis ilusiones quedaron a un lado y empecé a sentir desencanto, me empecé a desilusionar y llegué a pensar que quizás lo que yo quería ser no estaba ahí, ni era eso. Es probable, que en otra situación y en otro momento de mi vida, yo no lo hubiera visto así. Creo, que si ya tuviera mi carrera y lo que buscase fuese trabajo, pues lo hubiera aceptado, dentro de mi aula hubiera trabajado acorde a mis principios y se acabó. Pero esa no era la situación, la situación era que yo quería aprender, disfrutar y coger referencia, convirtiendo a mi tutor en referente. Todo esto me empezó a generar un desequilibrio emocional que yo no sabía cómo solucionar, y tampoco era capaz de intentar disfrutar lo que tenía, porque no consideraba que me tocase vivir eso, que me lo mereciese.

Según mi madre, luchando por lo que quiero bajé a la universidad, desde mi punto de vista sólo quería un poco de ayuda dentro de tanto desesperación. Y lo conseguí, hablé con Paloma, hablé con Irune y me ayudaron a ver un poquito de luz en el caos mental que yo tenía.

Llegué al nuevo centro, y empecé a maravillarme con cada paso que daban. Hacían todas y cada unas de las cosas que yo había visto en la carrera, y que me parecían métodos fabulosos para que los niños interioricen los conceptos. Además, me tocó en el ciclo que quería, me habría dado igual uno que otro, pero me encantan los chiquinines y los vínculos que crean con el profesor. Ahora, estoy haciendo mis prácticas en un aula de segundo de Primaria. Mi tutora es un gran referente de la que estoy aprendiendo muchísimo, porque ella disfruta enseñando, se divierte y es feliz haciendo su trabajo, y yo siempre he dicho que maestro sin vocación no debería de ejercer. He trabajado con el numerator, que nos lo enseñó Mónica y que en vivo y en directo es aún mejor. He trabajado con cartas, con el bingo… y todo para que los niños entiendan el sistema decimal. Trabajo con títeres para que los niños aprendan teatro y adquieran soltura en Lengua. Me gusta porque dejan de lado la educación convencional, que va ligado al libro, por un aprendizaje claramente significativo.

Mi clase es la de los Titiriteros, y hoy hemos trabajado con Títeres, y ahora si puedo decir que la magia que logran transmitir los niños no se consigue en ningún otro lado. Ver sus caras de fascinación, sus ganas porque la historia no termine nunca y la alegría y el divertimento… es increíble.

Estaba equivocada y gracias al que esté arriba, me ayudaron a rectificar, a encontrar lo que realmente me puede aportar formación, que es de lo que se trata. Además, tengo la suerte de que estoy en un centro donde el trabajo cooperativo está a la orden del día, y jamás lo había visto. Eso ayuda a los niños a no competir tanto entre ellos, y les beneficia porque a veces el profesor no es capaz de explicar un concepto con las mismas palabras que un niño.

En mi clase hay una niña que tiene problemas, es hiperactiva y además cuenta con una adaptación curricular de 3 años. Ella siempre me busca a mí, porque desgraciadamente nunca habían podido prestarle tanta atención por falta de medios, ya que mi tutora no puede centrarse en ella y descuidar al resto. El otro día, mientras todos hacían un examen yo estaba con ella y la enseñé a escribir en minúsculas. Ahora no es una profesional, pero ya hace sus primeros trazados y en parte es gracias a mí. Después de eso, ¿qué más puedo pedir?

Estoy encantada, maravillada, disfrutando y sin querer que esta etapa de mi vida acabe, y espero que cuando eso tenga que ocurrir sea para dar paso a otra aún más alucinante. Me quedo con todo lo que en este pequeño espacio de tiempo he vivido, lo malo me ha ayudado a saber y a reafirmar quién quiero ser, me ha ayudado a ver que se necesita un cambio en la educación y que tiene que hacerse ya. Evidentemente, de lo bueno me quedo con la gratificación personal que supone saber que lo que haces está ayudando a alguien. Magisterio es felicidad, es placer.

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