viernes, 9 de mayo de 2014

Vuelta al mundo electrónico, y no hay mejor forma que ésta.

Llevo muchísimo sin escribir y es que no encontraba ocasión ni hecho lo suficientemente importante como para hacerlo, pero ahora sí, aquí está, por ellos, por ella, y por mí. 

Hace cuatro años decidí el rumbo de mi vida, mi futura profesión. Tomar esa decisión es probablemente uno de los pasos más difíciles que debe tomar un adulto, sin embargo, en mi caso, fue lo más sencillo del mundo. Llevo años, alrededor de dos décadas, diciendo continuamente que mi futuro estaba al lado de niños, al lado de la felicidad y la alegría personificada, al lado de criaturas puras que no saben engañar. Hoy, pongo fin a 3 meses de prácticas, ¡3 MESES!, y os aseguro que es tan difícil decir adiós…

Entras en la carrera y ni te planteas este momento, está demasiado lejos entonces, pese a ello, ya ha llegado, ya está aquí, LAS ÚLTIMAS PRÁCTICAS DE MI PRIMERA CARRERA HAN LLEGADO, y es tan emocionante como entristecedor. Emocionante porque te llevas un cariño incalculable y entristecedor porque dejas de compartir tu vida y tu tiempo con ellos. Estos tres meses han sido maravillosos, y no me arrepiento de ninguna de las decisiones tomadas a día de hoy.

Siempre he pensado que mi profesión, nuestra profesión, se engrandece cuando se hace con cariño y dedicación, y os aseguro que he visto tanto cariño y tanta dedicación en estos meses que me llena de orgullo haber sido partícipe de esto. He estado en dos centros, totalmente distintos e igual de especiales por la gente que los componen: alumnos y profesores.

El primer centro fue una experiencia única. Desde aquí le doy las gracias a la persona que me ayudó a tomar la decisión, porque gracias a esa ayuda tengo recuerdos imborrables en mi memoria. Al principio estaba muerta del miedo, nunca había trabajado en un centro de educación especial, y realmente no sabía lo que me iba a encontrar, ni cómo me iban a recibir los alumnos, porque allí, cada cosa que pasa, es un mundo. Tan sólo estuve tres semanas en ese centro, tres, y sin embargo, fueron capaces de quererme, y dejarme que yo les adorase a cada uno. Tuve 12 alumnos con necesidades tan distintas como colores tiene el arcoíris, y todos ellos me dejaron ayudarles, incluso los que parecían imposibles. Vives esto y dices: paso, yo no me voy de aquí. Deseas que cada día sea otra aventura diferente, pero con las mismas sonrisas y miradas de complicidad de cada día. Y el día que te vas crees que algo de ti se queda ahí, para siempre.
El segundo centro ha sido totalmente arrollador, sí, esa es la palabra, arrollador. Cada día que pasaba era un torbellino nuevo de emociones que parecía que nunca iba a acabar. Tres clases han pasado por mis manos estos meses, tres. El día que llegué al cole y me dijeron que iba a estar cinco horas de seis lectivas dando inglés, poco más y me da un pasmo; y sin embargo, hoy, creo que es la mejor oportunidad que me han podido dar. Mi tutora es bilingüe y eso implicaba que iba a estar en science, arts e inglés por doquier. Al principio sufres porque no es tu lengua materna y las habilidades no son las mismas, pero te acabas adaptando, y lo acabas disfrutando igual. A medida que pasan los días vas creciendo, profesional y personalmente. Aprendes de cada paso que dan tus alumnos y te enriqueces de cada estrategia que utiliza tu tutora. Vas cogiendo cariño a las personas que te rodean, y eso te permite ser feliz y reírte a diario, ¡cosa más sana imposible, oye!

Hay días que marcas en el calendario por cosas que te suceden, y un día de esos es este. Poner punto y final  a las prácticas en este segundo centro ha sido HORRIBLE. Os aseguro que un centro es grande no por los planes que lleve a cabo, ni por las infraestructuras que tenga, si no por la gente que lo forma, y es que mis alumnos son tan geniales… Los trastos, tranquilos, charlatanes, pesados, quejicas, cariñosos, felices… te dejan huella, TODOS, porque cada uno es especial y tiene algo nuevo que aportarte, y cuando alguien te aporta algo es muy difícil decirle adiós sin que resulte amargo.

Me han creado un libro cargado de firmas, dibujos y diplomas que me premian como “la mejor profesora de prácticas”. Pero eso no es lo más importante, lo más importante son cada uno de los abrazos que hoy y todo este tiempo me habéis regalado, cada mirada o sonrisa, cada trastada que me ha hecho reír o cada regañina, de las que también se aprende, que me habéis hecho soltaros. Al principio, me dabais miedo, ahora, os adoro. Creo que no existe mejor forma para agradecéroslo que esta, escribiéndoos estas líneas y diciéndoos que no cambies por mucho que os digan, que os dejéis guiar pero que siempre tengáis vuestra personalidad, porque esa es la que os hace verdaderamente grandes.

Desde aquí: yo también os echaré de menos, mucho más de lo que pensáis.

Y a mi tutora, decirle que es increíble dentro y fuera del aula, y que por eso,  yo también la boi a hechar de menos ;) (you understand this)


Y a los que constantemente me preguntan si sigo convencida de mi vocación, deciros que sí, que la pregunta lleva la clave intrínseca, que es vocacional, y por lo tanto, me hace disfrutar más que cualquier otra cosa en la vida y me hace pensar que mi futuro será pleno si logro ser lo que quiero ser. A los que os preguntáis si me arrepiento, NO, y jamás lo haré, porque creedme cuando os digo que es maravilloso compartir tu vida con ellos y APRENDER ENSEÑANDO. Para aquellos que lo critican y no creen en ello, os recomiendo que paséis simplemente una semana rodeada de 86 alumnos como lo he hecho yo todo este tiempo, y entonces os enamorareis, de todos y cada uno de ellos, y no querréis otra cosa que vivir haciendo eso, enseñar. 


Cristina. Tremendamente agradecida. 

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