Llevo muchísimo sin escribir y es que no encontraba ocasión ni hecho lo suficientemente importante como para hacerlo, pero ahora sí, aquí está, por ellos, por ella, y por mí.
Hace cuatro años decidí el rumbo de mi vida, mi futura
profesión. Tomar esa decisión es probablemente uno de los pasos más difíciles
que debe tomar un adulto, sin embargo, en mi caso, fue lo más sencillo del
mundo. Llevo años, alrededor de dos décadas, diciendo continuamente que mi
futuro estaba al lado de niños, al lado de la felicidad y la alegría
personificada, al lado de criaturas puras que no saben engañar. Hoy, pongo fin
a 3 meses de prácticas, ¡3 MESES!, y os aseguro que es tan difícil decir adiós…
Entras en la carrera y ni te planteas este momento, está
demasiado lejos entonces, pese a ello, ya ha llegado, ya está aquí, LAS ÚLTIMAS
PRÁCTICAS DE MI PRIMERA CARRERA HAN LLEGADO, y es tan emocionante como
entristecedor. Emocionante porque te llevas un cariño incalculable y
entristecedor porque dejas de compartir tu vida y tu tiempo con ellos. Estos
tres meses han sido maravillosos, y no me arrepiento de ninguna de las
decisiones tomadas a día de hoy.
Siempre he pensado que mi profesión, nuestra profesión, se
engrandece cuando se hace con cariño y dedicación, y os aseguro que he visto
tanto cariño y tanta dedicación en estos meses que me llena de orgullo haber
sido partícipe de esto. He estado en dos centros, totalmente distintos e igual
de especiales por la gente que los componen: alumnos y profesores.
El primer centro fue una experiencia única. Desde aquí le
doy las gracias a la persona que me ayudó a tomar la decisión, porque gracias a
esa ayuda tengo recuerdos imborrables en mi memoria. Al principio estaba muerta
del miedo, nunca había trabajado en un centro de educación especial, y
realmente no sabía lo que me iba a encontrar, ni cómo me iban a recibir los
alumnos, porque allí, cada cosa que pasa, es un mundo. Tan sólo estuve tres
semanas en ese centro, tres, y sin embargo, fueron capaces de quererme, y
dejarme que yo les adorase a cada uno. Tuve 12 alumnos con necesidades tan
distintas como colores tiene el arcoíris, y todos ellos me dejaron ayudarles,
incluso los que parecían imposibles. Vives esto y dices: paso, yo no me voy de
aquí. Deseas que cada día sea otra aventura diferente, pero con las mismas
sonrisas y miradas de complicidad de cada día. Y el día que te vas crees que
algo de ti se queda ahí, para siempre.
El segundo centro ha sido totalmente arrollador, sí, esa es
la palabra, arrollador. Cada día que pasaba era un torbellino nuevo de
emociones que parecía que nunca iba a acabar. Tres clases han pasado por mis
manos estos meses, tres. El día que llegué al cole y me dijeron que iba a estar
cinco horas de seis lectivas dando inglés, poco más y me da un pasmo; y sin
embargo, hoy, creo que es la mejor oportunidad que me han podido dar. Mi tutora
es bilingüe y eso implicaba que iba a estar en science, arts e inglés por
doquier. Al principio sufres porque no es tu lengua materna y las habilidades
no son las mismas, pero te acabas adaptando, y lo acabas disfrutando igual. A
medida que pasan los días vas creciendo, profesional y personalmente. Aprendes
de cada paso que dan tus alumnos y te enriqueces de cada estrategia que utiliza
tu tutora. Vas cogiendo cariño a las personas que te rodean, y eso te permite
ser feliz y reírte a diario, ¡cosa más sana imposible, oye!
Hay días que marcas en el calendario por cosas que te
suceden, y un día de esos es este. Poner punto y final a las prácticas en este segundo centro ha sido
HORRIBLE. Os aseguro que un centro es grande no por los planes que lleve a
cabo, ni por las infraestructuras que tenga, si no por la gente que lo forma, y
es que mis alumnos son tan geniales… Los trastos, tranquilos, charlatanes,
pesados, quejicas, cariñosos, felices… te dejan huella, TODOS, porque cada uno
es especial y tiene algo nuevo que aportarte, y cuando alguien te aporta algo
es muy difícil decirle adiós sin que resulte amargo.
Me han creado un libro cargado de firmas, dibujos y diplomas
que me premian como “la mejor profesora de prácticas”. Pero eso no es lo más
importante, lo más importante son cada uno de los abrazos que hoy y todo este
tiempo me habéis regalado, cada mirada o sonrisa, cada trastada que me ha hecho
reír o cada regañina, de las que también se aprende, que me habéis hecho
soltaros. Al principio, me dabais miedo, ahora, os adoro. Creo que no existe
mejor forma para agradecéroslo que esta, escribiéndoos estas líneas y diciéndoos
que no cambies por mucho que os digan, que os dejéis guiar pero que siempre tengáis
vuestra personalidad, porque esa es la que os hace verdaderamente grandes.
Desde aquí: yo también os echaré de menos, mucho más de lo
que pensáis.
Y a mi tutora, decirle que es increíble dentro y fuera del
aula, y que por eso, yo también la boi a
hechar de menos ;) (you understand this)
Y a los que constantemente me preguntan si sigo convencida
de mi vocación, deciros que sí, que la pregunta lleva la clave intrínseca, que
es vocacional, y por lo tanto, me hace disfrutar más que cualquier otra cosa en
la vida y me hace pensar que mi futuro será pleno si logro ser lo que quiero
ser. A los que os preguntáis si me arrepiento, NO, y jamás lo haré, porque
creedme cuando os digo que es maravilloso compartir tu vida con ellos y
APRENDER ENSEÑANDO. Para aquellos que lo critican y no creen en ello, os
recomiendo que paséis simplemente una semana rodeada de 86 alumnos como lo he
hecho yo todo este tiempo, y entonces os enamorareis, de todos y cada uno de
ellos, y no querréis otra cosa que vivir haciendo eso, enseñar.
Cristina. Tremendamente agradecida.
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